La leyenda del tesoro del rey Almanzor de Sierra Mágina

La leyenda del tesoro del rey Almanzor de Sierra Mágina

La comarca de Sierra Mágina ocupa la región meridional de la provincia de Jaén, en su límite con la de Granada. Agrupa a una quincena de poblaciones asentadas en las estribaciones del macizo de Mágina, que con una altitud media de 1.420 metros alcanza su máxima altura en el pico del mismo nombre, en el término municipal de Albánchez, con 2.167 metros, siendo al mismo tiempo el pico más elevado de la provincia.

Sierra Mágina, jugó un papel muy importante en la frontera de Granada, ya en los últimos tiempos de la Reconquista. Desde que cayera en poder de los castellanos la primera fortaleza de su territorio, Garcíez, en 1231, hasta la definitiva conquista de Cambil y Alhabar en 1485, últimos castillos en poder de los árabes en el territorio jiennense, pasaron más de dos siglos y medio cargados de escaramuzas, luchas de banderías, traiciones, razzias y otros incidentes fronterizos que narran algunos clásicos literarios de la Edad Media, como Alfonso el Sabio y el Marqués de Santillana.

Vivía cerca de Cambil una mujer muy rica que tenía mucha amistad con el obispo de Jaén. Solía visitar a menudo al prelado y le llevaba buenos regalos. En una ocasión, el obispo, en pago de su amistad le dio una copia del testamento del Rey Almanzor, que estaba en el Archivo de la catedral jiennense. Lo curioso de este documento era la descripción tan precisa que daba de un lugar muy concreto situado a una treintena de kilómetros de la capital, y que podía tratarse muy bien de un tesoro.

Esta señora guardó el documento en su cortijo con la idea de algún día prestarle un poco de atención, cosa que no ocurrió nunca, pues al poco tiempo una grave enfermedad acabó con su vida. El cortijo pasó entonces a manos de unos nuevos dueños que descubrieron el documento. Lo leyeron en voz alta, sin comprender al principio su significado, y cuando sospecharon lo que podía ser guardaron celosamente el papel donde nadie pudiera encontrarlo. Pero no contaron con la buena memoria de su moza, que aprendió el texto de corrido y que sería de la siguiente forma:

A cinco leguas de Jaén, sitio de la Torre, señas más principales: la loma de las Cabras y el castillo derribado en la atalaya que divisa siete torreones. El terreno que allí existe tiene dedos y yemas y rayas en las piedras. Un árbol negro con un tronco muy grueso y unos endrinos. Tres mogotes de piedra hechos de la mano del hombre, uno enfrente de Coloma y los otros al hilo de éste. De uno de ellos baja un carril desmochado de piedras, cuando acaba, a tres metros en dirección al sol saliente, una piedra igual de ancha que de larga tapa un agujero y a continuación un pasillo ancho y largo, no hagas caso de cuanto veas ni oigas, sigue adelante hasta que veas, al final, dos poyos grandes.

En un principio las pesquisas se dirigieron al castillo de Arenas, en término de Campillo de Arenas, donde, según cuentan, más de una fortuna se ha derrochado cavando túneles por los alrededores, y aun la vida de algún desafortunado que la arriesgara remontando sus peligrosos paredones.

Al no encontrarse nada, las prospecciones cambiaron de escenario, llevándose a cabo más recientemente en el cortijo de la Torre, sin que hasta hoy sepamos de ningún descubrimiento importante.

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